martes, 19 de noviembre de 2013

INTEMPERIE - Jesús Carrasco-


 Imagino que Jesús Carrasco y Paul Auster salvo que son escritores aunque nobel el primero, que los haya elegido para leer y recomendar sus libros: “Intemperie “y “Diario de Invierno”  este mes de noviembre, poco más tienen en común.

Por Paul Auster siento desde hace años cierta predilección pero de Jesús Carrasco mi primer contacto fue gracias al Blog : “Buceando entre libros “de obligado paso para los amantes de la literatura y cuya dirección incluyo.
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Por unos momentos la lectura de Intemperie me trasladó a la varias veces leída “La Familia de Pascual Duarte y como no a Los Santos Inocentes de alguna manera comencé de nuevo a sentir la dureza del verano en la inmensa llanura ,la rudeza de sus gentes y la crueldad de los que ostentan la riqueza y el poder al menos en tiempos ya pasados. Recordé también cierto paraje de mi infancia dónde aquellos perros que ya no servían para la caza eran colgados de unos almendros aunque estos estuvieran en flor.




Una novela sin nombres, sin fecha y de corta duración en el tiempo dónde un chico escapa del horror en que se ha convertido su casa y se acurruca y se esconde en un hoyo arcilloso protegido por un campo de olivos mientras perros y hombres tratan de encontrarle.
Así permanecerá hasta que caiga la noche mezclando el olor de su sudor ,sudor de miedo con sus orines y la frescura de la tierra arcillosa hasta que pasado el peligro decide salir para continuar la huida .
En esa huida encontrará al “viejo” cabrero y ambos en silencio aprenderán a convivir ayudándose el uno al otro para sobrevivir al hambre , a la sed y a la crueldad del alguacil y sus hombres que quieren saldar viejas cuentas con uno y placeres prohibidos con otro.
Es una novela de gestos, de miradas de lenguaje rural pero armonioso y de personajes modelados por la dureza del terreno y la sequedad del clima. Amplias llanuras dónde es difícil encontrar una sombra y mucho menos un poco de agua. Caminar constante, sin rumbo del viejo con su burro el perro y las cabras y ahora del chico que se les une en su huida a ninguna parte.





Crueldad del aguacil al que no tiembla el pulso para usar su cuchillo y la del tullido que a falta de piernas vive rodeado de embutidos  que cuelgan del techo fruto de la matanza como única compañía en la inmensa soledad de ser el único habitante entre las casas de adobe de un pueblo ya abandonado.

Ruinas de un pueblo que verán renacer a un viejo cabrero en la valentía de enfrentarse a sus agresores dando el honor al pueblo de ser lo último que estos vean defendiendo al chico que desde hace unas horas o quizás unos días  ha compartido con él las miserias y los olores de la vida y ya es como si fuera su propio hijo.

Finalmente recomendar su lectura lenta, saboreando la riqueza del lenguaje un lenguaje rural con el que nos obsequia Jesús y que mucho me temo acabará desapareciendo. Leerla sin perder detalle pues en algunos encontraremos las respuestas a esas preguntas que nos iremos haciendo. 20-N).

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